UNA REPUBLICA COLONIAL / Capítulo IV

Nombre: pedsarod
Ubicación: santo domingo, Dominican Republic

21.3.06

Una República Colonial (IV)

Ensayo socio-histórico.

Una República Colonial
Aperturas, cambios y adecuaciones

Formalmente no existe un sistema "colonial republicano"; pero, ¿cómo llamar al sistema cuyo influjocolonial aún gravita en las estructuras de su presente condición de república?

"Desde el siglo XIX, la tensión de fondo proveniente de la colonia va a transformarse en una tensión de clase entre el sector proletario, descendiente directo de los antiguos esclavos, y los nuevos dominadores locales herederos de las viejas élites coloniales".
Max Arturo Jimenes Sabater. Lingüista dominicano


Pedro Samuel Rodríguez-Reyes

Capítulo IV

EL PUEBLO, SOCIO AUSENTE:
Pese a los valores obtenidos en los procesos de la historia dominicana; pese a los positivos resultados del mestizaje, a la evidente atenuación del discrimen racial, y a los notables tránsitos que específicos agrupamientos humanos han obtenido en nuestro territorio, la empresa de la nación dominicana aún no ha podido lograr la incorporación solidaria y conjunta de los dos socios idóneos, los cuales se conocen e interactúan en este territorio desde hace siglos y generaciones.

Esos dos socios debieron ser: los grupos minoritarios de poder económico, político y social, por un lado, y el pueblo mayoritario, por el otro. La conjunción de esos dos socios, pudo haber conformado el adecuado motor de tal empresa, pero aún no ha sucedido así.

¿Qué ha estado ocurriendo entonces?

Al parecer, en la visión de esas élites minoritarias dueñas del poder económico y político del presente, el pueblo continúa careciendo de las suficientes condiciones que le acrediten como depositario de la confianza y la capacidad requerida a todo socio. Por tal razón, en vez de socios en la empresa de la nación, se ha continuado hoy, como en la prolongada época colonial, con la misma persistente relación entre servidores y servidos; entre mayorías pobres e ignorantes y colectivos dirigentes minoritarios.

Probablemente, los herederos actuales de aquellas élites de ayer han continuado percibiendo al pueblo con la misma estática visión del pasado, entendiendo que aún no hay razones convincentes para modificar esa percepción generada en las prolongadas relaciones coloniales entre dos universos diferentes: el universo de los amos, dueños y colonos, por una parte, y el universo de los esclavos, manumisos o negros libres, por la otra.

Tales seculares relaciones aportarían, a unos y a otros, el utillaje mental (1) que ha conformado unas compactas estructuras de hábitos, visiones, costumbres, representaciones y prejuicios provenientes de aquel pasado colonial. Ambos, servidores y servidos, (amos y esclavos; élites y pueblo de ayer y de hoy), han estado prolongando tales estructuras hasta el presente, cuya influencia se resiste a ser neutralizada.Dicho en otras palabras, muchos de aquellos individuos que en la colonia fueron esclavos, negros libres o manumisos, probablemente han prolongado hasta hoy –mediante sus descendientes-, parte importante de sus particulares visiones, concepciones y hábitos del pasado. Así, de igual manera habrían continuado funcionando hasta el presente los individuos que ayer, en esa misma colonia, fueron depositarios de las condiciones etnosociales que les acreditaron como amos, colonos y dueños.

Y es que a pesar del ambiente aparentemente relajado y bucólico de la colonia española de Santo Domingo descrito por el visitante francés Saint-Mery en el siglo XVIII, quien escribía que «los esclavos de los españoles son mas bien los compañeros de sus amos que sus siervos»; en ese mismo escenario colonial, producto del escaso desarrollo económico, del mestizaje y del hato ganadero, también se mantuvo un ordenamiento jerárquico que normaba la relación amo-esclavo, desde los remotos tiempos de la llegada de los primeros esclavos a principios del siglo XVI hasta la importación de los últimos en 1820.

En tal extenso período colonial, se conformaron esas sólidas estructuras de hábitos y visiones, que traspasando siglos y generaciones llegan a nuestros días provocando el retraso de los cambios, las adecuaciones y las necesarias aperturas que el presente requiere. Esas estructuras parecen estar conformadas por el tipo de sustancia que permanece y se prolonga, como aquellas que conforman el lenguaje, las creencias, los valores y demás categorías que poseen la capacidad de mantenerse en el tiempo sin alterar su naturaleza en forma notable.

Por otra parte, la mera condición de pobreza de amos y dueños en aquella colonia no es factor determinante para que, por sí, ocasionase en el tiempo transcurrido, el debilitamiento de esas estructuras, pues, en definitiva, los actuales descendientes de aquellos esclavos que fueron siervos de amos arruinados tal condición de ruina en poco ha hecho variar el grave significado de la jerarquización de los respectivos roles de ayer. Unos y otros (descendientes de amos y descendientes de esclavos) aún parecen estar inficionados bajo el influjo de aquellas prolongadas relaciones.

En consecuencia, por una de esas realidades de las que los contemporáneos no tienen necesariamente conciencia, creemos que es en la mutua e inconsciente prolongación de tales estructuras en donde se encuentra la mayor imposibilidad de articular el necesario diálogo honesto y realista entre el pueblo y las elites de hoy. La prolongación hasta el presente de tales estructuras, conformadas por visiones y concepciones del pasado, explicaría parte de las razones por las que en la nación dominicana de hoy permanece la inequidad en la distribución de la riqueza, y explicaría, además, el por qué de los hoy aún irresueltos problemas sociales en favor de los menos favorecidos. Estos, en el imaginario de los grupos dirigenciales minoritarios de ayer y de hoy, representan a los mismos conocidos esclavos, negros libres o libertos de siempre.

Probablemente, en la visión de los grupos de poder del presente, ellos y el pueblo pobre y mayoritario configuran un bochornoso contraste tal vez más evidente que el producido en la colonia entre esclavos y los arruinados amos, y quizás, esperan la ascensión automática de esas mayorías al superior estatus de una clase media que reduzca tales contrastes como condición suficiente para su incorporación como socios. Pero tal ascenso no ocurrirá en forma automática sino con el estímulo solidario y el impulso consciente de los mismos grupos de poder que son indiferentes a su incorporación.

No es materia del presente capítulo el describir, enumerar o identificar las manifestaciones actuales de esas estructuras de visiones y hábitos provenientes del pasado, pero, ¿acaso no vemos y escuchamos a diario por nuestras calles, barrios, caminos y medios de comunicación a los esclavos y libertos del siglo XXI? o ¿acaso no vemos y escuchamos en sus exclusivos sectores residenciales y con su estilo de vida particular a los amos, colonos y dueños del siglo XXI? La evidente dualidad social y económica de hoy es una muestra palmaria de ello.

Con los escasos cambios cosméticos aportados por la lenta y natural evolución de los procesos de nuestra historia, el país parece aún vivir en aquella peculiar Era colonial si observamos bien los aspectos fundamentales de las relaciones entre las contrastantes clases sociales del presente y sus respectivas manifestaciones.

Para comprender la existencia de esas estructuras de hábitos y funcionamientos es preciso tomar en consideración que su conformación se verifica sólo en el lento y prolongado ritmo de la historia, lo que el historiador francés Fernand Braudel llama Historia de Larga Duración. «Es en esta Historia de Larga Duración en donde se construye el marco mental que incluye los sistemas de creencias y concepciones del mundo, las herencias culturales, los modelos de comportamiento» –dice Braudel-.

Con la sola intención de no dejar de nombrarlos, los otros dos ritmos restantes comprenden, de acuerdo con Braudel, la Historia de Corta Duración, «que es el tiempo breve de los tumultos, las agitaciones, el éxito de un sermón, de una proclama revolucionaria, y en donde se verifican y delinean las relaciones entre los individuos y los grupos. Más allá –continúa Braudel- en la Historia de Duración Intermedia, hay cambios a un ritmo más lento que en la anterior, a veces perceptible de una generación a otra, o a lo largo de varias generaciones, donde se verifican los cambios en el gusto, en la moda, en los hábitos, las alteraciones del lenguaje: todo esto vive en una duración intermedia, que según las épocas, se extiende más allá de la vida de un individuo, o bien se percibe en el lapso de una vida humana» –concluye el historiador francés- (2).

En este sentido, no son sólo simples tópicos aislados de episodios históricos sino parte de las estructuras conformadas en la Historia de Larga Duración, los informes que a modo de ejemplo presentamos a continuación, los cuales se encuentran en los archivos coloniales dominicanos, y reflejan la vida cotidiana de la época. Como muestra, observemos parte de algunos de estos informes –sólo, del año 1773, en plena Era colonial- obtenidos para el caso, en los Fondos del Archivo Real de Bayaguana, República Dominicana:

a) Referente a Escritura de fecha 14 de Octubre del año 1773, por la que «Manuel Mejía vende a Pedro Alcántara un negrito esclavo llamado Mariano Creollo de cinco años de edad y lisiado de la mano derecha, por la suma de 30 pesos.- Firmado por: José Lino Mejía, Alcalde Ordinario. Testigos: Domingo Días Martil y Juan de Jesús» (3).

b) Referente a Escritura del 6 de Junio del año 1773, respecto a la «venta de una esclava llamada Petronila Díaz de 20 años, criolla, con la tacha de ladrona, otorgada por el Sargento Narciso de Rivera, de esta ciudad, al cura y vicario Pedro Palomino. Firmado: Alcalde Ordinario Manuel Mejía. Testigos: Manuel Sánchez, Francisco de los Reyes» (4).

c) Referente a Escritura del 8 de Julio del año 1773, en relación a la «venta de un esclavo llamado Vicente, de casta Mandinga, con tacha de embustero, otorgada por el Alférez Damián Jiménez, al Licenciado Pedro Palomino, cura y vicario de esta ciudad. Firmado por: Manuel Mejía, Alcalde Ordinario. Testigos: Nicolás Pimentel, Francisco Delgado y Salvador Delgado (5)...

Hoy, posiblemente, sean cientos de miles o tal vez millones los dominicanos descendientes de los Mariano Creollo, de las Petronila Díaz, de los Vicente, y de los otros millares de esclavos que, como ellos, poblaron nuestro territorio en más de tres siglos de sistema colonial ejercido en tranquila y bucólica esclavitud. Parte importante de sus descendientes forman, en el presente, a ese pueblo dominicano mayoritario y pobre, herederos de pobreza e ignorancia. Asimismo, por su lado, conformarían parte de las élites de hoy los descendientes de los Manuel Mejía, de los Pedro Alcántara, de los Damián Jiménez, y de los otros dueños, amos, vendedores y comparadores de esclavos de aquel mismo prolongado período.

¿Acaso se han diluido definitivamente las rebeldías y los resentimientos allí generados? ¿Se han borrado las ínfulas y las displicencias gestadas en ese mismo período? ¿Estarían hoy los ayer esclavos festejando el término de su prolongada esclavitud, y expresando aún sus resentimientos del pasado, mientras a esto llamamos estridencias de negros y mulatos indisciplinados y libertinos, desparramados por la geografía nacional "sin la sujeción de sus amos"? ¿Es tiempo ya de que tales celebraciones se reviertan en responsabilidad compartida y consciente? ¿Es tiempo ya de que los grupos de poder político y económico de hoy detengan sus irrefrenables ínfulas de superioridad y su proverbial indiferencia hacia ese pueblo mayoritario?

¿Quién señalará, a unos y a otros, el inicio de las correspondientes adecuaciones, de las necesarias aperturas mentales y de los cambios en las visiones, los prejuicios, hábitos y funcionamientos originados en aquel prolongado período colonial?

Podríamos presentar cientos de esos informes provenientes de los archivos coloniales dominicanos los cuales hoy nos ofrecen una nítida idea de una parte de los núcleos fundacionales y del correspondiente utillaje mental que fue conformando las estructuras de prejuicios, visiones, creencias y modelos de comportamientos que hoy aún exhibimos. Para mejorar aún más el entendimiento de la génesis de tales estructuras, podríamos, además, enumerar un catálogo de formas de castigos aplicados a esclavos, por faltas graves, especialmente severos a principios de dicha administración colonial.

Desafortunadamente es casi nula la existencia de datos coloniales en los archivos de la Región del Cibao y los de las zonas por las que transitaron las tropas de Dessalines en 1805, pues casi todos los documentos del período colonial fueron quemados o destruidos en ese tránsito, mientras otros fueron trasladados a Cuba a partir de la firma del Tratado de Basilea de 1795.

Entretanto, lo que importa es la reflexión que se podría derivar de la observación de los hechos y los eventos que acontecían en el decurso de los más de tres siglos de vida colonial. Allí, en esa Larga Duración de la historia dominicana tuvo lugar el origen de la conformación de nuestras más arraigadas estructuras de hábitos, prejuicios y visiones que han estado nutriéndose de realidades objetivas y cotidianas. Las influencias de muchas de esas estructuras debieron haber cesado, en cambio, otras, las que conformaron valores sociales, habrían de conservarse.Tal vez, una de las tareas que la actual sociedad dominicana debería acometer es la de esclarecer, identificar y tratar de modificar aquellas estructuras que han estado manteniendo y estimulando la permanencia del presente dualismo socio-económico. En frustradas búsquedas de respuestas a estos fenómenos, algunos hurgan en extrapoladas relaciones económicas de producción con tradición y ascendencia conocidas; otros, ubican el problema en obstinados prejuicios de clase o en el vulgar discrimen, en la injusticia social, en juicios a explotadores malos y explotados buenos...

Es por ello que, adrede, en el análisis de estos fenómenos, nos alejamos de los usuales y tradicionales métodos económicos y de las estatuídas ciencias que estudian las sociedades, y optamos, en cambio, por la reflexión en torno a, verbigracia, la reiterada sospecha de que, tanto las elites minoritarias del presente, como el pueblo mayoritario pobre de hoy, a menudo lucen incapaces de modificar y desembarazarse de ciertas visiones generadas en el prolongado desempeño de sus respectivas funciones en aquel extenso período colonial. Muchas de nuestras particularidades sociales parecen ser refractarias a los enfoques y a los métodos económicos tradicionales. Ellas lucen ser más específicas, elusivas y complejas.

Resulta a veces desconcertante el observar cómo miembros de los conglomerados mayoritarios dejan traslucir una inexplicable y natural conformidad con sus roles de siempre: ayer, en la colonia, esclavos formales; hoy, esclavos informales; y cómo, por su parte, las élites dirigenciales minoritarias exhiben roles de un similar y propio comportamiento; como si cada uno de ambos colectivos sociales estuviera a gusto en su propio sistema, demostrando no interesarle el verse obligados a cambiar su habitual barco particular en el que han estado por generaciones.

Evidencias de la presencia inalterable de ciertas estructuras de hábitos y funcionamientos pueden rastrearse a través del tiempo. En el último tercio del siglo XIX, es decir, trescientos años después del inicio de la conformación del pueblo dominicano, un visitante norteamericano, observando parte de los hábitos de ese pueblo mayoritario, señalaba que: «...lo único que querían era que los dejaran solos y a su modo, les permitieran vivir tranquilos. En la zona rural se muestran alegres si tan sólo consiguen suficientes plátanos y ñames para satisfacer su hambre, y unos cuantos harapos para cubrir su desnudez». Otro visitante norteamericano de la misma época resaltaba que: «los hábitos de trabajo de los obreros dominicanos eran inestables, si ganaban unos cuantos dólares, dejaban su trabajo hasta que necesitasen más» (6).

¿Cómo sino a través del previo examen de tales fenómenos obtendríamos las posibles fórmulas para acometer las aperturas, los cambios y las adecuaciones que urgen implementarse en la sociedad dominicana de hoy? ¿Cómo podría explicarse la permanente indiferencia de las élites y las continuas celebraciones y rebeldías de las masas? La observación de tales formas podría, al menos, aproximarnos al planteamiento de algunas de las implicaciones que subyacen al interior de esta sociedad. Ciertamente, proponemos el examen de estos fenómenos con un abordaje peculiar y atípico, como atípica y peculiar ha sido nuestra colonia, y como atípicas y particulares serían, por consecuencia, nuestras estructuras de hábitos, visiones y costumbres.

Las estatuíadas leyes económicas y las ciencias que estudian a las sociedades posiblemente no contemplan el análisis puntual de los peculiares fenómenos derivados de sociedades que, como la dominicana, han estado fusionándose étnica y culturalmente desde hace, apenas, cinco siglos. Nuestro llamamiento se dirige, precisamente, a la búsqueda de un posible examen particular a específicos fenómenos de una sociedad con peculiaridades propias.

«Será necesario otra cosa muy distinta de la Independencia y el tiempo para borrar estas estructuras», ha expresado en torno al tema el antropólogo francés Claude Lévy-Strauss (7).

Posiblemente la dinámica de tales estructuras se manifestaría, como ha señalado el dominicano Max Arturo Jimenes Sabater «como tensión de fondo a lo largo de la Era colonial (cuya tensión de fondo) a partir de la abolición de la esclavitud pasa a expresarse como tensión de clase en el proceso de proletarización de los antiguos esclavos» (8).

En la actualidad la prolongación de tal tensión de clase se percibe con un desgaste que preludia definiciones y modificaciones inéditas en su dirección y en su sentido.

Y es que, desde un particular enfoque, hoy parecería como si a partir de aquel fracaso económico del siglo XVI –examinado en el capítulo anterior-, los dominicanos hubiésemos estado conformando una sociedad mayoritaria llamada pueblo, y ese pueblo mayoritario mostrase desinterés en integrarse como socio a los patrones y a las reglas de una novedosa sociedad llamada Empresa de la Nación. Asímismo, parecería como si las élites hubiesen estado haciendo exactamente lo mismo. Unos y otros –élites y pueblo- cada cual por su lado, agenciándose espacios en su invariable ámbito conocido; regodeándose en sus costumbres, visiones, representaciones y hábitos de siempre.

Parecería como si unos y otros hubiesen sacralizado sus propios compartimientos y fuese mutuamente aceptado como histórico, natural e inamovible todo lo que hasta ahora cada uno ha estado siendo. Como si, de alguna forma, ambos adversaran los cambios. Como si para evitar los cambios, unos y otros hubiesen establecido sus respectivos mecanismos de evasión: las élites con su indiferente ignorancia y displicencia respecto al pueblo, y éste, el pueblo, obrando en una suerte de injustificada, permanente, alegre, quejosa e inmadura estructura de dependencias que le ha funcionado, a la vez, como mecanismo particular de evasión.

Parecería, en fin, como si unos y otros careciesen de una visión amplia y realista respecto de los costos y beneficios que implicaría los resultados de los cambios. En unos y en otros el temor a la readaptación, la aversión hacia la aceptación del otro, el rechazo al cambio, y el desinterés por las aperturas, lucen representar un conjunto compacto de actitudes que, a la vez, se ha convertido en una adicional estructura. Las antiguas estructuras parecen generar otras nuevas. Habría talvez que empezar por demoler estas últimas.

«Reivindicar los sectores populares» es una frase hueca si no se comprende la existencia y la permanencia de tales estructuras. ¿Quién va a reivindicar a quién, si unos y otros perviven en sus particulares modelos del pasado? Sería una función de doble vía. Ambos, ante todo, deben readaptarse, cambiar sus respectivas visiones, adecuarse y aceptarse mutuamente.

El conocimiento del origen y del proceso de conformación de estas estructuras sería la clave previa a todo cambio. Es en la Historia, en la reflexión y en la asimilación de un conjunto mínimo de disciplinas en donde puede estar el manual para obtener una parte de ese conocimiento. Las avispadas élites, como siempre, podrían obtenerlo, pero, a las masas pobres, mayoritarias y depauperadas ello, obviamente, no les sería tan factible. Estos grupos mayoritarios tienen sus permanentes urgencias primarias y sus graves limitaciones de siempre, aunque tales desventajas no les exime de compartir responsabilidades en el actual escenario social; al menos, podrían dedicar un mínimo empeño en tratar de invalidar el expediente de las élites respecto de la tradicional imagen que ellas tienen de ese pueblo mayoritario. Tal empeño sería parte de la porción de responsabilidades que correspondería a estas clases mayoritarias.

Pero, en esencia, es el mismo círculo que se repite dejando a las élites las ventajas del conocimiento y de las decisiones. Precisamente, por sus ventajas inherentes, es en estos grupos minoritarios de poder económico y político en quienes debe recaer, y de hecho recae, la mayor cuota de la responsabilidad y de la culpa del atasco social. Sin embargo, estas élites aún no han sido capaces de estimular eficazmente el surgimiento de una numerosa y sólida clase media con quien compartir estas graves responsabilidades sociales. Las influencias de las estructuras del pasado parece que aún les ciega.

«Desde el siglo XIX, la tensión de fondo proveniente de la colonia va sencillamente a transformarse en una tensión de clase entre el sector proletario, descendiente directo de los antiguos esclavos, y los viejos dominadores locales herederos de las viejas elites coloniales», ha escrito con lucidez Max Arturo Jimenes Sabater (9); pero esa tensión de clase –agregamos nosotros- aún no se ha superado a sí misma a causa del pesado lastre que ha significado –en unos y en otros- la permanencia de aquellas estructuras compuestas de prejuicios y visiones del pasado colonial. Probablemente es la permanencia de ese lastre lo que, en parte, ha estado dificultando y posponiendo la posibilidad de incorporar al pueblo como socio solidario en la empresa de la nación dominicana de hoy.

«Al parecer –decíamos en la Introducción del presente trabajo-, es de alta prioridad informar hoy muy claramente a ambos descendientes (de los amos y de los esclavos de ayer) que sus respectivos roles coloniales debieron haber cesado desde 1844, y que son ellos las ruedas del mismo tandem social que se ha estado reconociendo desde hace cinco siglos compartiendo el mismo territorio y ocupando la misma nación que ambos han estado construyendo».

Pese a todos los indiscutibles e incuestionables valores obtenidos por el pueblo dominicano a lo largo de su historia, parecería como si nuestros procesos del pasado se indignasen al continuar observando la somnolencia del presente escenario social; como si un trueno de siglos nos lanzara una advertencia que aún no somos capaces de percibir, de entender ni asimilar.

-—————

Notas bibliográficas:
1- Ver: Ciro Flamarión S. Cardoso / Héctor Pérez Brignoli; Los métodos de la historia. Editorial Crítica. Grupo Editorial Grijalbo. Barcelona, 1976, p. 329.
2- Ibidem.
3- Fondos del Archivo Real de Bayaguana 1607-1920. Boletín del Archivo General de la Nación. Año XXVI, 1981, No. 593.
4- Idem, No. 641.
5- Idem, No. 645
6- Charles Christian Hauch; La República Dominicana y sus Relaciones Exteriores –1844-1882-. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, Rep. Dom., 1996, p. 27.
7- Claude Lévi-Strauss; Tristes trópicos; Paidos Clásica. Barcelona, 1997, p. 142.
8- Max Arturo Jimenes Sabater; Presente y futuro de los pueblos afro-antillanos; Descubrimiento, Conquista y Colonización de América: Mito y Realidad. CIASCA, Santo Domingo, Rep. Dom., 1989, p. 248.
9- Ibidem.-

--Nota: La publicación del presente texto “Una República Colonial” está pensado solamente para la utilización del usuario individual. Reproducirlo o publicarlo en cualquier otro medio de difusión requiere el permiso expreso del autor Pedro S. Rodríguez R. (vetasdigital@gmail.com
) . Registrado en la O.N.D.A. bajo el Nº 0002123, libro 06; Santo Domingo, Rep. Dominicana.

--Note: This hereinbefore text “Una República Colonial” is intended solely for the use of individual users. Republication on other terms in any medium requieres the permission of the author Pedro S. Rodríguez R. (vetasdigital@gmail.com
). Registered under Nº 0002123/book 06 (O.N.D.A.). Santo Domingo, Dominican Republic.

----------------


ANEXO:

Introducción a la ponencia en la Biblioteca República Dominicana, el 22/12/2005, titulada “¿Es la nuestra una República Colonial?”.

Una República Colonial: Elaboración Conceptual y Alcances.

Pedro Samuel Rodríguez-Reyes

Debajo del aparentemente contradictorio título de “¿Es la nuestra Una república colonial?” que mi apreciado amigo Juan Freddy Armando, director de esta biblioteca, escogió como materia de mi exposición esta noche, subyace un conjunto de planteamientos que aspiran adscribirse a una tradición de esfuerzos que se dirigen a la conformación de una Teoría de la Sociedad Dominicana.

A propósito del mencionado título, su cuasi homónimo “Una República Colonial; Aperturas, Cambios y Adecuaciones”, es el libro que tenemos en proceso de elaboración, del que hemos estado publicando sus primeros capítulos en las últimas ediciones de la Revista Cultural Vetas.

La vinculación de mi exposición con el título del libro es, entonces, obvia.Pero, ¿de qué puede tratar un texto con tan contradictorio título?

Con el propósito de remarcar la explicación del título elegido para nuestro libro, hemos reiterado, como epígrafe permanente en cada capítulo publicado, la siguiente frase: “Formalmente no existe un sistema colonial republicano; pero, ¿cómo llamar al sistema cuyo influyo colonial aún gravita en las estructuras de su presente condición de república?”. “Una República Colonial” podría ser la elaboración conceptual que responde dicha pregunta.

Nuestro libro aspira identificar y evidenciar obsoletas herencias provenientes de unas relaciones sociales originadas en nuestro prolongado período colonial, cuyas influencias, traspasando siglos y generaciones, han estado siempre presentes y llegan hasta nuestros días retrasando los necesarios cambios, las aperturas y las adecuaciones que nuestro tiempo reclama.

No versamos -como dicho título podría sugerir en algunos- sobre reiteradas especulaciones de neocolonialismos ni de nacionalismos de vanguardia, sino sobre unas olvidadas rémoras (prejuicios y visiones del pasado) que desde nuestra misma y auténtica colonia (1492-1822), de forma solapada se han extendido hasta el presente como sólidas estructuras que lastran el avance de la Nación.

Nótese que no hemos particularizado diciendo “La” República Colonial, sino “Una” República Colonial. Así, ello deja la posibilidad de que dicha condición pueda que no se limite a nuestra nación sino que, en vista de las características relativamente comunes de las respectivas historias de cada una de las actuales repúblicas iberoamericanas, deja abierta la posibilidad de identificar otras “repúblicas coloniales” en nuestro Hemisferio. “Una República Colonial”, pues, contiene la intención de adicionales alcances.

Tocaría a los estudiosos de cada una de las naciones de Iberoamérica hacer sus propias reflexiones a ese respecto, determinando cuáles de ellas podrían identificarse con el título de nuestro texto. Entretanto, nos ocupamos de la sociedad que nos concierne, la sociedad dominicana.

¿Necesita nuestra historiografía enfoques novedosos que estimulen en la intelectualidad dominicana un verdadero interés por su historia?

La falta de un verdadero interés por la historia podría residir en que, como ha manifestado el historiador francés Pierre Chaunu, la historiografía iberoamericana –en general- ha agotado un modelo consistente en una excesiva cantidad de obras dedicadas al tema de la independencia y al ciclo emancipador de América Latina (1790-1826).

“Estas obras –ha indicado el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy- han sido escritas a partir del testimonio subjetivo de autores contemporáneos con el propósito de reconstruir, de manera minuciosa y apologética, la vida de los próceres y las acciones militares, sin reparar en la concatenación causal de los acontecimientos, la lucha de clases y el papel de las masas populares.

La notable ausencia de un enfoque científico lastra esas historias idealistas que presentan a la independencia como fruto exclusivo del heroísmo de figuras situadas por encima del pueblo. La primera generación de historiadores de la América Latina republicana, influida por el romanticismo, se caracterizó por estimular el patriotismo mediante la idealización de los personajes históricos y el engrandecimiento de los hechos”, concluye el historiador cubano.

Desde nuestro ámbito, “La historiografía dominicana –ha señalado el destacado historiador dominicano Roberto Cassá- ha entrado en un colapso debido a la inexistencia de problemas intelectuales que confieran sentido a lo que se debe producir en la actualidad”. Por su parte, el académico Rafael Emilio Yunén Zuain, en su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Histora, pronunciado el pasado 25 de Julio, apunta que: “la relativización banal y el pragmatismo utilitarista propios de la filosofía neoliberal han erosionado la importancia de la historia y los jóvenes intelectuales de hoy no se sienten motivados a estudiarla”.

Una distinguida intelectual dominicana, Carmen Imbert Brugal, en un artículo titulado La Conveniente Percepción de Incapacidad, publicado en el diario “Hoy” del 23 de Noviembre pasado, decía que: “La percepción de incapacidad que afecta a la mayoría (de dominicanos) ha impedido la asunción de compromisos trascendentes más allá de las coyunturas y urgencias”. Y agrega: “desde 1961 hasta la fecha soñamos con el país que queremos pero el que tenemos permanece. No es casual que el Informe Nacional de Desarrollo Humano consigne cincuenta años de crecimiento sostenido sin efecto ostensible. ...El país soñado precisa esfuerzo, persistencia. Se construye eliminando las rémoras que lo mantienen a la deriva. ...Nos hemos convertido en una comunidad que se percibe incapaz de transformar su destino”, concluye la escritora.

Adicional a estas inquietudes, existe todo un sistema de interrogantes que los dominicanos nos planteamos permanentemente: ¿por qué y desde cuándo existe este dualismo socio-económico? ¿Por qué y desde cuándo hay un pueblo mayoritario pobre y una élite minoritaria de ricos? ¿Por qué la permanencia de esa dualidad? ¿Quiénes somos los dominicanos?...

Posiblemente el manual que respondería parte de esas interrogantes podría estar localizado en un conjunto de conocimientos básicos y elementales de historia, de antropología y de sociología, como herramientas para la reflexión y el debate constructivo. Pero carecemos de textos y de investigaciones suficientes que sirvan a ese propósito.

Para ir despejando incógnitas creo que debemos empezar comprendiendo que los hechos, los eventos y los procesos de la Historia no deberían continuar siendo entendidos como un listado de datos e informes aislados de sus vinculaciones previas sino como articulación de una dinámica que deviene, transita y se desplaza. La historia no es fragmentaria sino acumulativa, se ha dicho. Los hechos históricos no son instantáneas congeladas en el tiempo sino parte consustancial y sin fisuras de la dinámica de la Historia. Es obvio que la narración documentada de una batalla o la exaltación de media docena de héroes no nos ofrece necesariamente una visión de nuestra idiosincrasia ni puede explicarnos la dualidad social.

Nos ayudaría a conocernos mejor como pueblo, como sociedad y como nación, si examinamos la Historia como un continuom, entendiendo que en la continuidad de la Historia de Larga Duración, como indica el historiador francés Fernand Braudel, es donde podemos observarnos y comprendernos de manera integral.

Con esa visión de continuidad podríamos entonces empezar a “Pensar Históricamente”. Este “Pensar Históricamente”, como plantea el historiador Pierre Vilar, nos serviría para suplir nuestra carencia de conocimientos sobre nosotros mismos, lo que nos sería de utilidad en cuanto a la formulación de estrategias que articulen y legitimen el pasado, el presente y el futuro de la República Dominicana.

Esta noche no podríamos realizar la exposición de todo el contenido de un libro. Tal vez habría tiempo, apenas, para una apretada síntesis. Creo que la opción posible sería invitarles a que lean lo ya publicado en la mencionada Revista Cultural Vetas o en su correspondiente página de Internet cuya dirección es:
http://vetasdigital.blogspot.com/

Entretanto, podríamos ocuparnos de explorar el capítulo Nº IV, publicado en la reciente edición nº 75 de dicha Revista Cultural.-

Muchas gracias

------------------------------------------------------------------------------
Visite los apartados permanentes de VETAS DIGITAL:

NOTAS Y NOTICIAS DE VETAS:
.
Ir a la portada de Orbe Quince antes Vetas Digital